Aquella mañana Elena se despertó sonriente. Tenía la esperanza de que este nuevo juez estuviera en su sano juicio y permitiera que desconectaran a su hija.
Preparó café y despertó a su marido. La relación entre ellos ya no era la misma, casi no hablaban ni se veían fuera del hospital.
A las puertas del juzgado se habían congregado todos los compañeros de universidad, profesores y amigos de Julia.
“Todos contigo” “Por una muerte digna” “Dejen que elijan como morimos” “Elena y Mario, el país está con ustedes”. Eran algunos de los carteles que se encontraron.
Mario y Elena se abrazaron y se echaron a llorar. Aquellas muestras de afecto y cariño les hacia recobrar la esperanza. Los asistentes estallaron en un clamoroso aplauso que lo inundó todo.
Los padres de Ulises esperaban a las puertas para acompañarlos, una vez más. Compartían la lucha y el dolor; también el cariño por Julia, una chica encantadora y amiga de todos.
¾Por el poder que se me otorga como juez permito la desconexión de Julia Parada cuando sus padres lo crean conveniente.
Diversos documentos escritos de puño y letra por la paciente dejan claro su descontento y desaprobación a la circunstancia en la que se encuentra; así que este juzgado ha tomado la decisión de que pueda elegir como morir.
Los padres salieron del juzgado con una sonrisa de alivio dibujada en el rostro; parecía que les habían devuelto la vida con aquella sentencia.
No hizo falta hacer declaración alguna para que toda la gente allí congregada supiera el veredicto; las caras de esos padres lo decían todo sin decir una palabra. Eran pancartas vivientes de una larga lucha que por fin habían ganado.
Como si de un cortejo se tratase, fueron cual caravana todos hacía el hospital. No querían dejar de dar apoyo cuando más falta hacia.
Entraron juntos a la habitación, la cual habían considerado la tumba de su hija desde hacía ahora ya nueve largos y tediosos meses.
¾ ¡Al fin se acabó todo! Vas a poder reunirte con Ulises por fin, hija mía –le anunció Mario a su hija.
¾Va a ser duro no volver a verla, pero un alivio saber que esta donde hubiese querido. Hacemos lo correcto –le dijo Elena a su marido, como si ahora dudara.
¾Por supuesto, es lo que ella quería. Tenemos la certeza de que no volverá a despertar, jamás será nuestra pequeña Julia.
¾La llevaremos siempre en el corazón y en cada recuerdo.
¾ ¡Si supieras hija! Ojala estuvieses aquí para ver cuanta gente ahí fuera. ¡Cuánto te quieren tus amigos y compañeros! Han estado durante todo este tiempo apoyándonos y hoy no han fallado –le contaba Mario al cuerpo que yacía en aquella cama.
Una enfermera vestida de riguroso blanco entró a la habitación seguida por el doctor Furno, quien atendió a Julia desde el día de su ingreso.
¾Hemos venido para avisarles que estaremos listos en cuanto ustedes lo comuniquen, estamos a su entera disposición –dijo con tono grave y un tanto afligido.
¾Estamos listos –dijeron al unísono aquellos padres con cierta melancolía en la voz.
¾Nos hemos alegrado mucho al saber que por fin les hicieron caso. Nadie debería tener que pasar por lo que pasaron ustedes y nadie tendría que tener el derecho de elegir sobre nuestra muerte.
Elena se conmovió tanto con esas sinceras palabras del médico que no pudo evitar correr a darle un abrazo.
¾Gracias por todo lo que ha hecho por nosotros doctor –él asintió emocionado.
¾No es necesario que lo presencien, pero pueden quedarse si lo desean –anunció la enfermera.
Una a una las máquinas dejaron de pitar y los allí presentes jurarían haber visto una sonrisa aliviada en el rostro de la joven y guapa Julia.
No se derramaron lágrimas, al menos no de dolor. Eran lágrimas de alivio, de esperanza, de amor.
Los padres de Julia salieron y recibieron el arropamiento de toda la gente, que aun habiendo pasado dos horas, seguían allí fuera.
Que alivio para esos padres poder darle algo de dignidad a su pequeña! Y que orgullo es ver que la gente los acompaño, en especial la familia del novio de su hija, dandole el apoyo que merecian.
ResponderEliminarMe ha encantado que tuviera un buen final este relato, creo que estas para grandes cosas, tu tambien lo sabes.
Te quiero Jud!.
guauuu q bueno q se le dio la paz a la chica, para mi es el final perfecto, siempre le he dicho lo mismo a mi familia, no quiero quedarme conectada a las maquinas....
ResponderEliminarJud, la muerte de un ser humano siempre produce, cuando menos, una conmoción. Yo me he imaginado, percibiendo el respeto y la dignidad como has narrado ese fin, que los padres, al presenciar el momento mismo en que supieron que ella estaba muriendo, tal vez dejaron unas milésimas de segundo de sentir alegría para sumergirse en un miedo reverente, suficiente tiempo para conservar la escena de ese final guardada como un tesoro en su recuerdo el resto de su vida, no como una tortura de su conciencia sino como el eterno reproche que se hacen los vivos por lo solos que dejan a sus muertos, Jud. Unos padres tienen que querer mucho para hacer lo que han hecho los de tu relato, porque hasta donde han podido, no la han dejado sola.
ResponderEliminarMi enhorabuena, Jud, lo tuyo es escribir y lo de algunas editoriales, robar. :)