Brisa subió al avión con pocas ganas de charla, esperaba poder dormir las largas horas que tenía por delante y poder refrescar su mente… Debía, sobre todo, pensar seriamente en que le contaría Dante; sería algo complicado y tendría que ocultarle muchas cosas o todas tal vez.
¾Espero que estés cómoda –dijo aquella voz varonil que hizo erizar cada bello de Brisa y electrizar cada extremidad.
¾Si, gracias –ella era cortante, quería o al menos pretendía mantener las distancias.
¾Quiero que sepas que no todo lo que veas y escuches en Nueva York va a gustarte… pero intentaré ser tan sincero como me permita.
¾ ¿Cómo te permita quien? –preguntó enarcando las cejas.
¾Yo mismo. Yo soy el único que debe decidir que tienes y puedes o no saber. No quiero ocultarte nada, pero hay cosas de las que cuanto menos sepas, mejor.
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Brisa y Tomás estuvieron separados durante todo el viaje y eso le permitió a Brisa descansar y a Tomas pensar en qué y cómo haría las cosas a partir de ahora.
Bajaron del avión demasiado deprisa, como si ansiaran verse. Sus miradas se iluminaron al encontrar los ojos del otro.
Un coche todo terreno negro los esperaba nada más bajar del coche. Varios guardaespaldas rodeaban la zona y Brisa sintió un escalofrío que le caló hasta la medula al ver las enormes armas que esos hombres llevaban encima.
¾No te preocupes, sólo son para protegernos.
¾ ¿Quién coño eres? –le increpó con un tono de voz más bien alto.
Él la tomó por el codo con fuerza, la subió al coche casi empujándola y le dijo con severidad¾: Ya tendremos tiempo de hablar y trátateme como el resto de mis súbditos.
Brisa se sintió incomoda ante esa inesperada reacción de alguien que doce años antes había sido uno de los seres más dulces y cariñosos.
Sus mejillas se ruborizaron de vergüenza e ira. Definitivamente el señor T y Tomás, su antiguo amor, no eran la misma persona.
El coche y toda la caravana que los perseguía dieron muchas vueltas antes de llegar a su destino; Brisa juraría que habían dado vueltas en círculo para despistarla.
Ahora empezaba a tener miedo y a arrepentirse de hacer ese maldito viaje, había sido un terrible error.
¾Hemos llegado. Uno de mis hombres te acompañará a tu habitación –anunció Tomás con frialdad.
La habitación era muy cómoda, reconfortable y amplia; aunque a ella le daba igual, de todas maneras se sentía enjaulada.
Tomás entró con paso ligero a su despacho. Cerró la puerta con un portazo que hizo vibrar el marco y el guarda que estaba del otro lado se sobresaltó.
Sus gafas se estrellaron en el suelo y unos cuantos papeles volaron del escritorio al toparse con sus furiosas manos.
¾ ¡Mierda Dante! –maldijo-. Ella no debería estar metida en esto; tú y tu maldita curiosidad y sentido del bien –estaba a punto de estallar.
Finalmente consiguió calmarse tras reflexionar la situación.
Ya habían pasado algunas horas desde su llegada y pensó que sería buena idea ir a ver a Brisa.
Al otro lado del atlántico Dante no paraba de darle vueltas. ¿Acaso su mujer se había ido con otro? ¿Estaría siendo secuestrada?
Habló con Leonardo y éste le dijo que no había visto nada raro, eso lo tranquilizó. Sólo le restaba armarse de paciencia hasta tener noticias de su esposa.
Brisa apenas tocó la comida, tampoco pudo pegar ojo.
Se llevó un susto de muerte al oír que la puerta de su habitación se abría.
¾ ¿No te gusta la comida? Si quieres puedo hacer que te traigan otra cosa. ¿Estás cómoda? Es la mejor habitación que tenemos –intentaba ser amable.
¾No tengo hambre señor T, muchas gracias –su voz sonaba tranquila y su tono no parecía forzado.
¾Siento como te hablé…
¾No se preocupe –le interrumpió ella-. He sido una impertinente con usted y lo siento mucho.
¾Cuando estemos a solas puedes hablarme como siempre, mi amor –dijo con dulzura mientras se acercaba.
¾No me llame mi amor, por favor. Soy una mujer casada.
Tomás reconoció en esa mujer a la Brisa de siempre; testaruda, firme y orgullosa. Eso le gustó y le animó a acercarse más, pero ella se alejaba en cuanto daba un paso.
¾No tengo ni idea de quién es usted, pero sin duda no es quien yo creía y no debí venir con usted hasta aquí.
¾Soy el Tomás de siempre.
¾No, Mi Tomás murió hace doce años en un accidente. Usted tiene su aspecto, pero no su alma –eso le dolió al duro señor T.
Sin que ella lo notará él se acercó más, estiró su ancho brazo y rodeó la pequeña cintura de ella.
¾Soy el mismo.
Le dio un beso cargado de deseo, pasión, amor y de un alto contenido sexual.
Su miembro enseguida se irguió, ella se apartó de inmediato al notarlo, no era fácil de esconder semejante erección.
¾Usted es mi jefe así que no se extralimite.
¾ ¡Basta ya, joder! –dijo rabioso-. Empiezo a cansarme de este estúpido juego tuyo. Ya está bien de hacerte la orgullosa y la fiel esposa.
Brisa no pudo contener las lágrimas, pero enseguida las enjuagó.
Se acercó a Tomás con paso firme.
¾Jamás, óyeme bien. Jamás me vuelvas a hablar así; ni como el maldito señor T ni como el imbécil de Tomás. Nunca me faltes el respeto estando a solas y mucho menos en público. No soy la niñita estúpida que corría detrás de ti; soy una mujer que es dueña de su vida y que no va a descansar hasta saber que mierda te traes entre manos con el cerdo de Pizarro y ese jodido virus.
No señor como quiera usted que le llame… nunca vuelva a usar ese tono altanero conmigo –su discurso fue contundente, pero tuvo en Tomás un efecto inesperado.
¾Me encanta cuando te enfadas, te hace más hermosa si cabe.
Brisa se moría de ganas de lanzarle un puñetazo, pero tenía miedo de la reacción de ese extraño con rostro conocido.
El teléfono de Tomás sonó y tardó medio segundo en responder; ella se asombró de aquellas agilidad.
¾Dile que estaremos allí mañana a las cinco y que quiero todo listo –cortó en cuanto dijo la última sílaba.
¾Los tiene a sus pies, es admirable –pensó ella en voz no muy baja.
¾Mañana a las cuatro te quiero lista para salir, ponte ropa cómoda y que no llame demasiado la atención.
¾ ¿Estoy secuestrada o algo así? –preguntó asustada.
Tomás se arrimó a ella con cautela, notaba su miedo.
¾Por supuesto que no. Eres mi invitada.
Acarició el suave rostro de su invitada, su miembro seguía erecto y sus ansias por poseerla crecían con gran entusiasmo.
La arrinconó contra la pared y la besó como Dante no la había besado nunca.
Brisa pudo sentir como su opa intima se humedecía, podía palpar la erección de su anfitrión.
El deseo la consumía por dentro y comenzaba a brotar hacia fuera.
¾¿Para qué resistirse? –pensó para sí misma.
Desabrochó el pantalón del señor T con impaciencia, mientras con la otra mano se desasía de su ropa.
Tomás la elevó de las caderas y la sentó en su enorme mástil, duro como el mármol, pero caliente como la lava.
Apretaba los pechos de Brisa con entusiasmo, casi como un quinceañero virgen en su primera vez.
Brisa subía y bajaba por la virilidad de su amado.
Sus bocas estaban rojas e inflamadas de los besos que no se negaban. Respiraban de manera agitada, entrecortada.
El útero de Brisa empezaba a contraerse cuando a su mente llegó sin previo aviso el rostro de su esposo.
Paró en seco. Se deshizo del abrazo que la atrapaba, se bajo, recogió su ropa y se fue corriendo, vistiéndose en el camino.
Tomás se quedó petrificado y caliente ante esa situación.
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Brisa apenas había dormido.
A las cuatro en punto un hombre vestido de negro la fue a buscar y la trasladó al mismo tood terreno del día anterior.
Él ya estaba dentro. Ella se sintió avergonzada, decidió no mediar palabra.
¾Vamos a visitar a alguien que conoces, estoy seguro de que te agradará el reencuentro.
Eso fue todo lo que se dijo durante un trayecto de cuarenta minutos.
Llegaron al destino y a Brisa le vendaron los ojos.
¾No tengas miedo –susurró a su oído para tranquilizarla-. Es simple precaución.
Doscientos cincuenta pasos después le quitaron la venda de los ojos y pudo ver a un hombre corpulento, de pelo blanco, ojos grises y mirada dulce.
En ese rostro reconoció el de un muerto o al menos el de alguien a quien ella creía muerto.
Dio varios pasos hacia atrás.
¾¡Todo esto es una locura!
¾Si, jamás imaginé que volveríamos a saber de ti. No sabes cuánto me alegré al saber que Tom te había encontrado.
El canoso hombre se acercó con los brazos abiertos y los ojos empapados en lágrimas.
¾ ¡Hija mía! –exclamó sollozando y estrechándola en un gran abrazo.
Que buen cap!!!!!
ResponderEliminarYo que Brisa le hubiera dado un cachetazo x hablarme asi!!! No soy un subdito!!!
No puedo creer esa escena de sexo, que horrible debe ser para ella que se le venga a la mente su esposo!Pobre como quedo Tom!!!jajaj.
Ese señor canoso es el papa de ella??? Habia desaparecido, estaba muerto o resusito???
Espero q publiques rapido el prox cap!!!=)
Hola!!
ResponderEliminarun muy buen capi !!
yo que Brisa no me dejo toca ni un solo pelo hasta saber que se trae entre manos, cuanta seguridad, cual sera el secreto de Tomas y ahora su padre, sera una especie de doble juego ??
me da pena Dante que no sabe nada de lo que esta ocurriendo.
besos ^ ^
Jua, amiga, colega!!! otro fascinante capitulo para releer. Muy bueno. Me da cosa Dante, pobre...Y T es de lo peor, es intrigante el papel que juega el padre en este caso...que endra en manos??
ResponderEliminarEspero ansiosa los otros cap!!
Quiero saber ya ya ya pero yaaaaaaaaaaa que carajos pasa en el próximo capítulo!!!!! cada vez atrapa más esta historia
ResponderEliminarQue buen capitulo, me da pena Dante .. pobret.. pero la entiendo perfectamente... como resistirse xDD
ResponderEliminarY el otro como se le ocurre hablarla asi? yo le hubiera mandao a la mierda tsss!!!
Muy buen capitulo
Me imagino al sr. T super varonil......
ResponderEliminarotro muerto que estaba de parranda? será el virus que los resusita o se escondieron por la información secreta que saben??? Sospechosos estos personajes
Zuly